lunes, 1 de febrero de 2010

El primo boricua

Era julio del 2006, como de costumbre yo estaba sentado en mi escritorio como cualquier día de trabajo normal. Un par de meses atrás, había tenido la oportunidad de hacer 2 viajes muy interesantes, uno a EEUU (Miami y Nueva York), y el otro a China (Shanghái). El primero fue por vacaciones y el segundo fue por trabajo. En el primero, me toco estar 8 días en Nueva York, y me enamoré de la ciudad.

Yo soy peruano y gracias al sacrificio de mis padres, disfruto de ciertas comodidades y oportunidades; vivo en el Golf, fui a un colegio británico, estudié Industrial en la de Lima y la mayoría de mis amigos viven en las mejores zonas de la ciudad.

Hay algo que me hace incompatible con muchos integrantes del círculo social que más frecuento, y eso es que nuestros gustos y fanatismos musicales no son los mismos, y hasta podría decir que son extremadamente opuestos. Es más, esa diferencia también ocurre en mi casa y con otros integrantes de mi familia.

Cuando usaba y perdía bastante tiempo importante de mi vida en el Messenger, mi nick era RUBÉN – “salsero all the way”. Como leen, soy un amante de la Salsa hasta los huesos. Y para mí, el más grande de todos los tiempos expresando el concepto e idiosincrasia de la Salsa, es sin duda Héctor Lavoe, el poeta de la calle, el maleante honorario, el rey de la puntualidad… el Jíbaro de Ponce, Puerto Rico… La Voz.

¿Por qué la Salsa?, no lo sé, pero estoy casi seguro que es por todas las veces que de niño y adolescente me tocó ir a Puerto Rico, y las temporadas largas que viví en la isla, por temas familiares. Pero creo que lo más importante fue que inconscientemente seguí a mi corazón para descubrir y definir mi melomanía.

Disculpen el preámbulo, pero ahora debo regresar a cuando estaba sentado en mi escritorio, y seguir con la experiencia que quiero contar… Eran alrededor de las 3pm cuando a mi Bandeja de Entrada entró un mail de mi prima, que vive en Nueva York. El mail solo decía: “You should come”. Adjunto estaba el flyer del 31st NY Salsa Festival, donde informaban que era un Tributo Musical a Héctor Lavoe, con 14 cantantes en escena, a realizarse el sábado 16 de setiembre del 2006, en el mítico Madison Square Garden. Ella me había reenviado un mail que le llegó, ya que por estar en la base de datos del Madison, le llegaban siempre mails donde le daban la oportunidad de comprar online tickets para los shows, un día antes que salgan a la venta… a eso le llaman los gringos “PRESALE”.

Al minuto le respondí, sin consultarlo a nadie: “compra que yo voy”. A los 3 minutos me responde: “acabo de comprar 4 entradas, vamos a ir con mi papa y mamá también”. Faltaban 2 meses para el concierto, y no tenía ni pasaje ni visa (justo había vencido)… pero no dudé ni un segundo de que yo iba a estar ahí, es más, en mi mente me veía loco disfrutando el concierto.



El primer problema era conseguir el pasaje. Como les mencioné, de niño y adolescente, había ido varias veces a Puerto Rico, y yo recordaba que en cada viaje siempre daba el código de viajero frecuente que tenía, para acumular las millas. Es más, en el viaje a EEUU que hice ese mismo año, también lo había hecho. Entonces, la misión era saber cuántas millas tenía, y demostrarle a American Airlines, que yo era el dueño del código de viajero frecuente que tantas veces había dado, pero como había perdido mi AAdvantage card, las millas no eran mías sin antes demostrar lo contrario. La cosa es que después de un trámite engorroso vía web, y de elevar mi paciencia al máximo, logré obtener un password, para revisar mis millas en la web de la aerolínea. Tenía 32 mil millas. Con 30 mil millas acumuladas, tenía un viaje gratis a EEUU, en clase económica. Sólo pagué $70 de impuestos… ¡una ganga!

Para la visa no hubo problema, ya que era como una renovación; además mi vida laboral, económica y sentimental no presentaba ningún vacío como para que me la nieguen, así que estaba todo listo para el gran viaje. Lo que vi en mi mente, era ya una realidad.

Llegué a Newark el jueves 14 de setiembre, muy emocionado. Del viaje anterior, había quedado una invitación pendiente de parte de mi prima; ir a comer al restaurante Nobu de Nueva York. En este restaurante, que dicho sea de paso, es carísimo, famosísimo, galardonadísimo, buenísimo, con mucha influencia de la cocina peruana en su carta, con presencia en casi 20 ciudades importantes del mundo… como todo restaurante 5 tenedores y ultra gourmet, se juega a la comidita. Este 'tentempié' se hizo efectivo en la víspera al concierto, algo así como los previos que todos conocemos cada fin de semana, pero en vez del líquido elemento, como buen peruano, con comida. Además había que hacer la camita para las chelas básicas del concierto.



Tomamos un taxi para ir al concierto. Nueva York es una ciudad enredada y cara para encontrar estacionamiento, sin dejar de mencionar obviamente, el tráfico que hay siempre a toda hora. Ya habíamos gastado 30 minutos de nuestro valioso tiempo buscando dónde dejar el auto, era iluso pensar que íbamos a encontrar estacionamiento cerca al Madison… prácticamente esa zona está superpoblada de gente y negocios… bueno, como todo Nueva York en verdad.

En las inmediaciones, como era obvio y realmente me lo esperaba, los boricuas eran demasiado reconocibles. Polos, gorros y banderas boricuas por doquier. Muchos grupos de gente caminaban hacia el concierto. Por ahí también vi algunas banderas dominicanas, panameñas y 2 ó 3 colombianas. La capacidad de entrada del Madison para conciertos es de 20 mil personas, y este recinto definitivamente se llenó, en la ciudad donde nació la Salsa, para el tributo musical al sonero con más fanáticos de la historia.

Antes de salir hacia el concierto, le comenté a mi prima, que por lo menos un Chimpún, Callao iba a haber. Ella como americana nata que es, me dijo que lo dudaba… “en Nueva York no creo que pase eso, menos en el Madison”, me dijo. Yo ya le había ganado una apuesta, cuando en mi viaje anterior habíamos ido al Copacabana (un histórico y exclusivo salsodromo de Nueva York), y lo vimos tocar en vivo a 'El Canario', y le dije antes que él tocara, que por lo menos un Chimpún, Callao iba a haber. Y el maestro improvisó con el redundado vitoreo chalaco varias veces.




Como no había divisado a ningún paisano en las inmediaciones del concierto, y muchos menos dentro del Madison, comencé a dudar de mi afirmación, y que como salsero, y sobre todo como peruano, quería experimentar, y llenar mi pecho de aire y gritar el ¡Callao! más fuerte y célebre de mi vida, y sentirme más peruano que nunca. Pero como yo había visto en mi mente y además soñado varias veces con que iba a ser el concierto más espectacular de mi vida, no dejé que la expectativa por el concierto, me malograra el mismo. Había ido mentalizado en no fijarme en errores o cosas que siempre faltan, como siempre lo hago en mi vida cotidiana para todo, sino en recibir con humildad el espectáculo, estar vulnerable a la música y de no avergonzarme en expresar mi pasión.

Willie Colón, Cheo Feliciano, Tito Nieves, Ismael Miranda, Tito Rojas, Lalo Rodríguez, Cano Estremera, Domingo Quiñones, Michael Stuart, José Alberto 'El Canario', Eddie Santiago, Gilberto Santa Rosa y la reggeatonera Yvy Queen, bajo la dirección musical de Isidro Infante y con Yomo Toro en el cuatro (instrumento boricua de cuerdas), fueron los artistas encargados del tributo musical. Cada uno de los cantantes interpretó uno de los temas de Lavoe y uno propio.



¿Qué les puedo decir? Si necesito sólo un adjetivo para calificar el concierto, desde mi punto de vista, lo definiría como 'apoteósico'. Grité todas las canciones, bailé, me paré en la silla y hasta lágrimas derramé, de la emoción. Y 'El Canario' (una vez más) y Tito Nieves se acordaron del Callao, y a falta de eso, mencionaron al Perú varias veces, improvisando cuando soneaban. Era tanta mi emoción y la bulla que hacía cuando mencionaban a mi patria y al Callao, que una chica que estaba sentada al lado mío, que más parecía hermana del Cuto Guadalupe, por lo morena oscura que era, se atrevió a tocarme el brazo derecho, y felicitarme con un inglés africano, que era peruano. Cuando vean los vídeos, tienen todo la razón en burlarse de la manera en la que 'canto' (vocifero) las canciones, y de ver cómo el pulso se extingue por segundos al gritar “¡Callao!”, o al escuchar “¡Perú!”.

El Canario - Perú^6
Willie Colón fue el encargado de cerrar la noche con un popurrí de canciones de aquellos éxitos que interpretó junto a su viejo amigo Héctor Lavoe, en la época en la que los dos irrumpieron en el mundo de la Salsa y le regalaron al público canciones que pasaron a formar parte del repertorio clásico de la Salsa. Él invitó a todos los cantantes a que lo acompañen en el canto, para el cierre del concierto. Al final, el maestro de ceremonias del concierto, con su voz salsera y categórica, dice que el After Party era en el Copacabana, con el Gran Combo de Puerto Rico, que curiosamente, la noche anterior había tocado en la Videna de San Luis.



Yo estaba alojado en la casa de mis tíos en Nueva Jersey, y seguirla en el After Party iba a ser complicado. Para mi prima, el soplarse las 4 horas de concierto era más que suficiente para demostrarme cuánto me quiere. No podía obligarla y rogarle a que se siga torturando en el Copacabana escuchando a la Universidad de la Salsa (El Gran Combo de Puerto Rico). De lo bueno, poco; pero para mí había sido demasiado.



Me había tomado unas 7 botellas de plástico de Budweiser a $9 cada una (las botellas son marrones y parecen de vidrio), y estaba con muchas ganas de tomar agua al salir del concierto. Mientras mi prima buscaba parar un taxi, vi en la esquina el clásico carrito de hot dogs, e hice mi cola para comprarme un agua súper helada. De pronto me di cuenta que los 2 tipos delante mío eran peruanos, por el dejo y la forma de hablar criolla y lisurienta. En mi leve borrachera, impulsivamente les iba a hablar y a decirles que yo era peruano también… estaba extasiado de una peruanidad post concierto y encontrarme compatriotas tan lejos de la patria me pareció divertido. Pero antes de hablar me mordí la lengua, ya que caí en cuenta que ellos estaban más borrachos que yo, con tremenda mala facha y que podían aprovecharse de la situación, en mi condición de compatriota y de estar vestido con ropa sport elegante, para hacerme alguna criollada… así que me contuve. Compré mi agua y me fui completito y enterito a casa.

Al día siguiente, en la cena de despedida, comiendo con mis tíos y mi prima en un restaurante puertorriqueño, a petición mía, mi prima me dijo, mientras yo disfrutaba mi Arroz con Gandules: no sabía que tenía un primo boricua”.

2 semanas después, vi en el bloque de espectáculos del noticiero matutino del canal 4, que una cámara peruana había cubierto el concierto, ya que aprovecharon una larga estadía en Nueva York, en la que hicieron muchas notas y que el concierto al que yo fui, había sido parte de ese material.

¡¡¡¡Mil gracias Tania!!!!